La generación de niños conectados y mi experiencia como padre
Mientras nuestros hijos crecen, experimentamos, como ellos, muchos momentos que nos enorgullecen. La semana pasada vi a mi hijo, que está en el penúltimo año de secundaria, vestirse de esmoquin para ir al baile de graduación de los alumnos salientes. Me recuerda que solo nos queda un año para disfrutar tenerlo con nosotros antes de que empiece su siguiente aventura y se vaya a la universidad.
Ya sea que tus hijos sean niños pequeños o adolescentes, es bueno recordar que nuestro trabajo es prepararlos para su independencia.
La generación a la que él pertenece es la primera de su tipo, la generación siempre conectada. Para ellos es tan normal como caminar o leer. Nunca experimentaron tener que esperar para escuchar una noticia en la radio o la televisión, o leerla en el periódico de mañana. Viven en tiempo real todo el tiempo. Es más normal enviarle un mensaje instantáneo a alguien que llamarle y hablar, lo que sugiere que llamar te hace parecer viejo o anticuado.
Pero por más “viejos” que seamos, como padres, tenemos que estar allí para guiarlos y educarlos para que sean responsables, se comporten de manera adecuada y se cuiden. ¿Cómo es esa experiencia, especialmente dado que nosotros no crecimos siempre conectados?
Muchos expertos explicarán los aspectos negativos y riesgos de estar online, pero concentrémonos por un momento en lo positivo y en cuán maravilloso es Internet. Piensa en las aplicaciones interactivas y juguetes que hemos usado para ayudarles a aprender y leer, en los salones que ya no tienen pizarra negra y tiza sino una pizarra blanca interactiva y quizá tablets o computadoras para ver hechos históricos en tours a 360 grados, en vez de ver fotos en un libro. En un mundo en el que puedes comunicarte en tiempo real sin importar dónde estés y sin depender de una cabina telefónica o cables, hay muy pocos límites.
Como padres, queremos que nuestros hijos tengan una vida balanceada, que estén conectados pero también entiendan la necesidad de tener talentos y experiencias físicas, como aprender a andar en bicicleta, nadar, o charlar con confianza cara a cara. Nuestras preocupaciones no son nuevas. Allá cuando se inventó la radio inalámbrica, estoy seguro de que los padres les decían a sus hijos que dejaran de escuchar esa caja sonora, de igual forma que mis padres me decían que me quedarían los ojos cuadrados si miraba demasiada televisión.
Pero controlar ese balance puede ser difícil, especialmente cuando nuestros niños conectados solo conocen una vida en línea, y es la forma “normal” de comunicarse. Es importante que entiendan que usar dispositivos o mirar una pantalla es un privilegio, no un derecho. Ahora hay algunos padres que establecen un acuerdo con sus hijos respecto a qué se espera de ellos al usar un dispositivo, mientras que otros no hacen nada y otros bloquean o monitorean el acceso.
Al pensar en tiempo frente a la pantalla, una de las primeras cosas a hacer es pasear por la casa y contar el número de dispositivos que están conectados. Muchos de nosotros olvidamos que las consolas de videojuegos y algunos juguetes ahora también entran en ese categoría, por lo que decirle a tu hijo que apague su teléfono para que vaya a usar otro equipo con acceso a Internet no cumpliría el objetivo de alcanzar un equilibrio.
A medida que la tecnología evoluciona, la capacidad de contener o controlar la cantidad de tiempo conectados sin dudas bajará. La Internet de las Cosas (IoT) promete conectar nuestras casas, autos y ciudades. Los sensores nos informarán sobre el tráfico, la calidad del aire y el agua, o cuándo necesitamos comprar víveres. La posibilidad de automatizar y ser informados sobre prácticamente cualquier cosa que hacemos ya no es ciencia ficción, sino una realidad cercana.
En mi casa, alcanzamos el equilibrio a través de la comunicación y la educación, y esto nos ha funcionado bien. Una de las reglas del hogar que implementamos es “la canasta”, un lugar donde viven los teléfonos durante las comidas y por la noche, incluso si eres un invitado. Esto preserva la conversación en la mesa y significa que el envío de mensajes, las partidas de juego y las publicaciones nunca han sido un problema durante la noche. El desafío más grande aquí es… ¿puedes tú, como adulto, comprometerte a poner tu teléfono en la canasta?
Entender lo que hacen tus niños conectados es de importancia crítica. Ya sea usando software de control parental, monitoreando el tráfico en el router o solo permitiendo el acceso desde áreas comunes en las que puedes echar un vistazo, podrás abrir la conversación sobre uso y comportamiento apropiado de la tecnología. Por ejemplo, descubrir que tu hijo pasa tres horas por día en redes sociales debería animarte a hablar sobre cómo invertir el tiempo.
Muchas de estas tecnologías también permiten bloquear contenido y/o dispositivos. Si bien bloquear contenido inapropiado es una buena idea, limitar el acceso bloqueando un dispositivo podría llevarlos a intentar conectarse en otros lugares como bibliotecas, cafés o casas de amigos. Y no olvides que su smartphone tiene conexión de datos móviles. El punto es que no puedes controlar su acceso en todos lados y todo el tiempo, por lo que es mejor educarlo y saber cómo se comporta en línea. De esta forma, será consciente y tomará buenas decisiones.
Sin ánimos de simplificar demasiado las cosas, sugeriría que hay probablemente tres fases en el proceso de preparar a tus hijos para su inevitable independencia. La primera es protectora, en la que están explorando el mundo online con los ojos como platos y todo es nuevo; hay una inocencia mágica en esta etapa. Este es el momento en el que seleccionas los componentes de su experiencia con Internet, haces una lista blanca de aplicaciones útiles para aprender, juegos y sitios a los que pueden acceder.
Cuando les enseñamos a cruzar la calle, hay una primera etapa en la que hacemos las verificaciones por ellos, y luego una segunda en la que todavía cruzamos juntos, pero les permitimos a ellos decidir cuándo es seguro hacerlo y monitoreamos que lo sea. Si adaptamos esto a la tecnología, significaría que nosotros bloqueamos el contenido inapropiado pero les permitimos la libertad de explorar.
Hay un momento tenso en la vida de todo padre: permitirle a tu hijo que cruce la calle solo sin que estés allí. Te preguntas ¿estará a salvo? Cada uno de nuestros hijos es diferente y no hay regla que diga cuándo llega ese momento, pero en algún punto tiene que comenzar a haber confianza, para que ellos tengan sus propios dispositivos y estén conectados de manera independiente. No significa que ya no somos responsables, pero nuestro rol cambia a guiarlos cuando sea necesario.
En esta última fase, una táctica útil que hemos usado para que nuestro hijo esté seguro es entender la funcionalidad de las apps que usa. Escucha cómo le cuentan a sus amigos sobre lo que hacen. Habla con ellos para saber más y luego descárgalas tú para ver cómo son. Si bien seguramente no estén diseñadas para ti, tener este conocimiento extra sobre cuán adictivas pueden ser, qué contenido muestran, con quién permiten conectarse o cómo funcionando continúas el diálogo sobre estar protegido y pasar menos tiempo en el dispositivo.
Si les pedimos que sean respetuosos y se comporten bien en línea, también debemos respetar que sus actividades en línea son privadas. No necesito ser amigo de mi hijo en Facebook, ni otros padres necesitan ser su amigo, ese es su espacio para interactuar con amigos y compartir un mundo del que no somos parte. Mis padres definitivamente no sabían todo lo que yo decía cuando era adolescente, ni a dónde iba todo el tiempo. Y quiero que mi hijo tenga esa misma libertad.
Si hay un consejo que puedo darle a todo padre o madre es “comunícate”. El diálogo abierto y continuo sobre actividad en línea hará que seas la persona a la que tu hijo acuda cuando tenga preguntas o preocupaciones. Si solo hablas de los riesgos, es poco probable que compartan su experiencia o busquen consejos.
Sí, significa que hay que aceptar la generación digital de la que son parte y requiere que nos preparemos y eduquemos para tener lo que, para algunos, podría ser una conversación difícil. Pero eso es solo si te falta la experiencia. Hagas lo que hagas, recuerda que las generaciones futuras son las que más sabrán de tecnología.